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Algo se muere en el alma...

Recuerdos de niñez en el adiós de Paco Vera Zapata y de media vida en el de Salvador Jiménez y recuerdos de antaño con el cierre de Petra

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N  0 ha sido bueno este comienzo del mes de febrero para los sentimientos personales de uno. El viernes se celebró la misa en memoria de Salvador Jiménez Bermúdez, fundamentalmente un hombre bueno, trabajador nato, amigo de sus amigos -allí en los más alto se reencontrará con su entrañable Miguel Chacón- y que pasó por esta vida sin levantar la voz. Empleado de siempre de Estrella del Sur, árbitro de fútbol y acomodador muchos años en las sillas y palcos de la Carrera Oficial, en calle Larga y porque no podía arañar más minutos a las 24 horas, todo para sacar adelante una familia numerosa que, afortunadamente, ha sabido captar los muchísimos valores que él tenía y supo trasladar a los suyos. Y si el viernes recordábamos a Salvador en una Parroquia de Santiago abarrotada, el sábado me topé, sin esperarlo, con la triste nueva de que se había ido Paco Vera Zapata, un compañero de fatigas escolares allá en los patios y las clases del desaparecido La Salle de Alameda Cristina. Amigos de juventud, vecinos allá entre Icovesa y la Coronación, Paco se fue nada más terminar el COU en el Álvar Núñez a tierras aragonesas para ingresar en el Ejército del Aire, donde desarrolló toda su carrera profesional aunque también ejerció como ATS cuando pasó a la segunda actividad. Tímido y tremendamente responsable, Paco Vera Zapata hizo de su vocación de siempre, su padre también era militar de Aviación, su profesión. Recuerdos de niñez, recuerdos de temprana juventud en el adiós de Paco y recuerdos de media vida en el de Salvador, muchos recuerdos que hacen que algo se muera en el alma cuando trozos de tu vida se van despojando de tu cuerpo, que no de tu mente. Como la mente viajaba a años postreros cuando se anunciaba el cierre del tabanco de Petra en calle Porvera. Un emblema de un calle que, sin Petra, ya no va a ser la misma. Una reliquia de aquel pasado de tabancos de Cala, de Palomino, de Pares y Bebas, de Páez, aquellos tabancos de serrín en el suelo, de tiza en la oreja del tasca, de apuntes sobre el mostrador, de banquitos en las aceras, de altramuces y avellanas, de cante flamenco y de filosofías de vida con una copa de jerez.

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