Cuando a finales de los 60 las familias se instalaban en los pisos del nuevo Jerez era fácil observar como los balcones siempre estaban ocupados. Era una forma de tener un patio particular y la manera de hablar con el vecino de al lado, de fisgonear a los del quinto para ver donde caminaban o de observar el paso del atestado autobús urbano para intuir quienes iban con el cesto camino de la Plaza de Abasto, que era lugar de tránsito diario ya que la llegada de los grandes centros comerciales ni siquiera se adivinaba. Poco a poco la gente se fue familiarizando con su nueva vida, los balcones abiertos se comenzaron a cerrar con grandes cristaleras, los centros comerciales y la ampliación del parque móvil no propiciaban esos llenos de los autobuses que, en ocasiones, incluso no podían siquiera parar en los lugares establecidos y la convivencia vecinal comenzó a pasar a un segundo plano hasta tal punto que si ibas a salir de casa y escuchabas que alguien ibas por la escalera esperabas para ahorrarte el saludo. Algo de esto es lo que ha ocurrido con esta pandemia, porque cuando el confinamiento del pasado mes de marzo, como rebeldía ante la imposición, nos desahogábamos a las 8 de cada tarde saliendo al balcón a aplaudir a sanitarios, bomberos, policías, camioneros, dependientes, reponedores o farmacéuticos, a escuchar el 'resistiré' y hasta el himno nacional y hablábamos en la distancia con los vecinos y hasta nos decíamos hasta mañana con una sonrisa en los labios. Ahora, cuando esta maldita pandemia sigue haciendo estragos, cuando los números son peores que entonces, cuando en la sanidad se trabaja igual o más que hace casi un año ya nadie se asoma al balcón, ni aplaude, ni se escucha la canción del Dúo Dinámico y ni siquiera el hinmo nacional porque estamos preocupados por el partido de la tele y tal y como hace muchos almanaques, nos acostumbramos a vivir con las puertas de nuestras casas cerradas olvidándonos de los patios y de la vecindad, ahora, a pesar del hartazgo, nos estamos habituando al día a día de esta cruel realidad que estamos soportamdo y ya ni siquiera los balcones nos sirven de terapia en tiempos de dificultades como los presentes.
Jerez
La terapia del balcón
Nos estamos habituando al día a día de esta cruel realidad que estamos soportamdo y ya ni siquiera los balcones nos sirven de terapia
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