El pasado lunes en el distrito sanitario Jerez, Costa Noroeste y Sierra de Cádiz, se pusieron 2.308 vacunas, el mayor volumen en una jornada desde que arrancó la campaña de vacunación. Casi la mitad de ellas, más de 1.100, se administraron en Ifeca, una cifra que se ha ido incrementando hasta llegar a las 1.600 aproximadas de finales de semana, de ahí las colas de coches en los accesos al recinto ferial. En el interior, dos equipos de enfermeros de atención primaria de dos centros de salud de Jerez, con tres profesionales cada uno, trabajaban en una jornada frenética (de ocho de la mañana a ocho de la tarde) vacunando en cuatro lineales (dos de Pfizer y dos de AstraZeneca). Ellos también eran conscientes de que el personal -con citas asignadas cada dos minutos porque todo está muy medido- se estaba acumulando, situación que a Ana, enfermera de referencia de su centro de salud, y con la que hemos hablado para que nos cuente el proceso desde dentro, le agobiaba un poco, especialmente por los más mayores, algunos de los cuales venían en taxi. Era su primer día vacunando en Ifeca, adonde volverá este lunes, y coincidió con la jornada “en la que llegaron muchas vacunas”.
Entre que esperaron a que la persona encargada fuera al Hospital de Jerez a recogerlas, y se pusieron a prepararlas, “abrimos más tarde”. Todo salió sobre ruedas, pero reconoce que llegó con nervios y “tensionada”, pues se trata de un trabajo en el que “la concentración es importantísima”. “El equipo tiene que estar superconcentrado y muy compenetrado, casi no te pueden ni hablar”, señala para explicar que en su caso, sus compañeros y ellas se entendían “solo con la mirada”. Lo suyo es una labor “en cadena para poder ir más rápido”, de manera que un compañero registra, como era su caso, se hacen las comprobaciones (alergias, si ha pasado el covid, otras enfermedades...) y se da el visto bueno para que el enfermero que esté preparado al lado de la ventanilla pinche, a la par que se le da cita para la segunda dosis y ya se da paso al siguiente nombre. Todo en dos minutos. Al mismo tiempo, hay que estar pendiente de preparar más dosis, y de que las que estén listas no estén más de seis horas sin usarse.
Esto en el caso de la Pfizer, dado que, como explica, cada vacuna tiene una preparación distinta. Para este fármaco, el proceso de elaboración es minucioso. “Tienes que diluir el dial, echarle el suero, luego moverla (invertirla) diez veces sin agitarla y ser muy meticuloso”, señala para referirse a la temperatura y a las medidas de cada dosis”. Todo está pensado “para que no se desaproveche nada”. El momento de pinchazo ya prácticamente “es lo de menos”. Son 12 horas sin parar, con un parón de dos a tres para comer, donde también preparan dosis, mientras que en la última hora (de siete a ocho y ya sin citas) se dedican a hacer recuento “porque todo está muy contabilizado”.
Es un esfuerzo que merece la pena después del año y pico tan duro que llevan los sanitarios con la pandemia. "Aquí no tratamos a gente enferma, sino que vacunamos para que no cojan el Covid. Es gratificante. Acabas reventada, pero te sientes muy bien. Ves que has vacunado a 300 personas, que has contribuido”.
La misma coordinación que tienen entre los tres la tienen con el resto del personal del exterior, que se encargan de dar paso, comprobar los datos y estar pendientes para que en caso de algún mareo o reacción se le atienda en el instante, puesto que en el recinto hay un médico y un enfermero preparados por si alguna persona tuviera alguna indisposición.
Al estar en el lineal de Pfizer, han estado inmunizando a la población de 78 y 79 años, una de las más generosas y que más lo celebra. “Los abuelos vienen supercontentos a vacunarse, no tuvimos ningún problema, son todos muy agradecidos. Intentamos sacarles una sonrisa porque algunos vienen nerviosos”, señala, tras dar paso a las anécdotas. “Una abuelita venía sola conduciendo su coche, porque algunos vienen solos, y pegaba unos acelerones... y también hay muchos que se quieren bajar del coche para ayudarte y para que sea más cómodo para nosotros. Les tenemos que decir que se queden dentro, que nosotros nos apañamos”. Siempre pinchan en el brazo “no dominante” para que, en caso de molestias o dolores, no les imposibilite en su actividad normal. Cuenta también Ana que otra señora de 78 años que llegó conduciendo su coche sola quiso quedarse de recuerdo la jeringuilla con la que le pusieron la vacuna. "Le dijimos que por supuesto, y mi compañera de equipo se la dio".
El "caos" de la AstraZeneca
La mayoría va de copiloto, acompañado por su hijo o su sobrino, que son los encargados de hacer una foto “que es para la historia”, y que a Ana emociona mucho. Por eso le apena el “caos” que ha generado tantas informaciones distintas en tan poco tiempo sobre la AstraZeneca, con un nuevo cambio de uso (ahora restringida a menores de 60 y autorizada de 60 a 69), que entiende que al final lo que hace es “confundir a la población. Nosotros tenemos que transmitir tranquilidad a la población. Notamos que hay miedo, pero más miedo a coger el Covid que a vacunarse, las reacciones que se están dando a nivel general son pocas en relación a las vacunas que se han puesto”, añade. No sabe si el lunes le tocará administrar AstraZeneca, que requiere otra preparación y se administra con otra jeringa distinta porque la dosis “es un poco mayor”, pero tiene claro que lo más importante es poner el mayor número de vacunas posible. En su caso, solo en su lineal fueron casi 300. Además, tanto ella, como todos los enfermeros que vacunan contra el Covid se han formado y están al día de los cambios en los protocolos.
Nati, que ha estado vacunando toda la semana en el Pabellón de Deportes de Arcos, se pensaba que los cambios introducidos en el protocolo del uso de la vacuna de esta farmacéutica el pasado miércoles iba a resentir el número de personas citadas para vacunarse. No fue así. “El viernes vinieron bastantes personas a ponérselas. De 300 citadas, faltaron 10”, explica. Ella notó más inquietos a los acompañantes que a los que se vacunaban. “Algunos me decían que de algo hay que morir, y otros me preguntaban si era la vacuna buena o la mala”. Lo que también procuran es que ninguna dosis se quede sin poner. “Hoy (por el viernes) han faltado tres y nos hemos llevado una hora buscando a tres personas del año 44 y 45 (para la Pfizer). Finalmente, la búsqueda a través de grupos de compañeros surtió efecto y lograron aprovecharlas.