Menos de una década después de presentar el 'Mapa de la vida', una base de datos global que marca la distribución de especies conocidas en todo el planeta, los investigadores de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, han lanzado un proyecto aún más ambicioso y quizás importante: crear un mapa de los lugares en los que aún no se ha descubierto la vida.
Para Walter Jetz, profesor de ecología y biología evolutiva de Yale, que encabezó el proyecto 'Mapa de la vida', el nuevo esfuerzo es un imperativo moral que puede ayudar a respaldar el descubrimiento y la preservación de la biodiversidad en todo el mundo.
"Al ritmo actual del cambio ambiental global, no hay duda de que muchas especies se extinguirán antes de que nos enteremos de su existencia y tengamos la oportunidad de considerar su destino --advierte Jetz--. Siento que tal ignorancia es imperdonable, y le debemos a las generaciones futuras cerrar rápidamente estas brechas de conocimiento".
El nuevo mapa de especies no descubiertas se ha publicado este lunes en la revista 'Nature Ecology & Evolution', y existe una versión navegable está disponible en mol.org/patterns/discovery.
El autor principal Mario Moura, exasociado postdoctoral de Yale, en el laboratorio de Jetz y ahora profesor en la Universidad Federal de Paraíba, señala que el nuevo estudio cambia el enfoque de preguntas como "¿Cuántas especies no descubiertas existen?" a otros más aplicados como "¿Dónde y qué?".
"Las especies conocidas son las 'unidades de trabajo' en muchos enfoques de conservación, por lo que las especies desconocidas generalmente se dejan fuera de la planificación, la gestión y la toma de decisiones de la conservación --señala Moura--. Encontrar las piezas faltantes del rompecabezas de la biodiversidad de la Tierra es, por lo tanto, crucial para mejorar la conservación de la biodiversidad en todo el mundo".
Según estimaciones científicas conservadoras, solo se ha descrito formalmente entre el 10 y el 20 por ciento de las especies de la tierra. En un esfuerzo por ayudar a encontrar algunas de estas especies perdidas, Moura y Jetz recopilaron datos exhaustivos que incluían la ubicación, el rango geográfico, las fechas de descubrimiento histórico y otras características ambientales y biológicas de alrededor de 32.000 vertebrados terrestres conocidos. Su análisis les permitió extrapolar dónde y qué tipos de especies desconocidas de los cuatro grupos principales de vertebrados es más probable que se identifiquen todavía.
Analizaron 11 factores clave que permitieron al equipo predecir mejor los lugares donde podrían ubicarse especies no descubiertas. Por ejemplo, es más probable que ya se hayan descubierto animales grandes con amplios rangos geográficos en áreas pobladas. Es probable que los nuevos descubrimientos de tales especies sean raros en el futuro, señalan los autores. Sin embargo, es más probable que los animales más pequeños con rangos limitados que viven en regiones más inaccesibles hayan evitado la detección hasta ahora.
"Las posibilidades de ser descubierto y descrito temprano no son iguales entre las especies", añade Moura. Por ejemplo, el emú, un ave de gran tamaño en Australia, fue descubierto en 1790 poco después de que comenzaran las descripciones taxonómicas de las especies. Sin embargo, la pequeña y esquiva especie de ranas 'Brachycephalus guarani' no se descubrió en Brasil hasta 2012, lo que sugiere que aún quedan por encontrar más anfibios de este tipo.
Moura y Jetz muestran que las posibilidades de que se descubran nuevas especies varían ampliamente en todo el mundo. Su análisis sugiere que Brasil, Indonesia, Madagascar y Colombia tienen las mayores oportunidades para identificar nuevas especies en general, con una cuarta parte de todos los descubrimientos potenciales. Es más probable que aparezcan especies no identificadas de anfibios y reptiles en las regiones neotropicales y los bosques indo-malayos.
Moura y Jetz también se centraron en otra variable clave para descubrir especies perdidas: el número de taxónomos que las buscan. "Tendemos a descubrir lo 'obvio' primero y lo 'oscuro' después --señala Moura--. Necesitamos más fondos para que los taxónomos encuentren las especies restantes por descubrir".
Pero la distribución global de taxónomos es muy desigual y un mapa de vida por descubrir puede ayudar a enfocar nuevos esfuerzos, señaló Jetz. Ese trabajo será cada vez más importante a medida que las naciones de todo el mundo se reúnan para negociar un nuevo Marco Global de Biodiversidad bajo el Convenio de Diversidad Biológica a finales de este año y se comprometan a detener la pérdida de biodiversidad.
"Una distribución más uniforme de los recursos taxonómicos puede acelerar el descubrimiento de especies y limitar el número de extinciones 'desconocidas para siempre'", adelanta Jetz.
Con socios en todo el mundo, Jetz y sus colegas planean expandir su mapa de vida no descubierta a especies de plantas, marinas e invertebrados en los próximos años. Dicha información ayudará a los gobiernos y las instituciones científicas a lidiar con dónde concentrar los esfuerzos para documentar y preservar la biodiversidad, apunta Jetz.