En el cementerio militar de Dnipró, veinticinco ataúdes esperan a ser sepultados en tres filas perfectas. Son de los soldados ucranianos caídos en el frente este, que aumentan en número y obligan al capellán a doblar los entierros colectivos. De una decena de ellos no se saben los nombres.
El camposanto ubicado a las afueras de esta localidad del centro de Ucrania acoge cada semana entierros de militares muertos en la franja este del país, provenientes de ciudades tomadas por los rusos como Sumy y Jersón, de la disputada Járkiv y de las provincias ocupadas de Donetsk y Lugansk. Desde el 24 de febrero, ya han sepultado a 120 personas.
Pero solo algunos de los ataúdes negros, cubiertos con la bandera ucraniana, tienen a familiares al lado para llorarles. En un extremo de las cajas, una hoja blanca de papel detalla sus nombres y apellidos. En otros féretros solo figura un número junto a la frase "hombre sin identificar".
UNO DE CADA CUATRO SOLDADOS, DESCONOCIDO
Dimitro Povorotni, capellán militar jefe de la ciudad, explica a Efe que alrededor de treinta de los soldados enterrados desde el comienzo de la guerra son desconocidos, pero confía en que en un tiempo se conseguirá identificar a la mayoría gracias a las muestras de ADN.
El sacerdote tiene experiencia porque ya se enfrentó con ese problema en 2014, cuando Rusia ocupó el Donbás. Testigo de ello es un pequeño campo con unas 130 tumbas ubicado a pocos metros del espacio donde se oficia una misa antes del entierro. En cinco semanas de invasión rusa, se ha dado sepultura a prácticamente el mismo número de soldados que en siete años de aquella contienda.
Pero entre algunas de las tumbas antiguas hay espacios vacíos, dejados por soldados a los que se consiguió poner nombre y que fueron trasladados a sus lugares de origen.
Un poco más allá, separado por un pequeño camino, está el terreno donde se entierra a los caídos desde el 24 de febrero, sepultados en cuatro filas de montículos de tierra fresca, cada uno con su cruz. Junto a ellos, los trabajadores del cementerio ya han excavado otros cincuenta hoyos para los que vengan.
"Mueren tantos, que preparamos las fosas con antelación", explica Sergei, pala en mano. Ahora, indica, han tenido que doblar el ritmo porque ahora ya no se celebra solo un entierro colectivo a la semana, sino dos.
TUMBAS EN TERRITORIO OCUPADO, UN PUNTO EN EL MAPA
A Dnipró llegan solo los cuerpos recuperados de la batalla, pero muchos otros se quedan en los territorios ocupados porque, explica el capellán, es muy difícil sacar los cadáveres de allí.
"Los paisanos los entierran y ponen un punto en Google Maps para que luego podamos saber dónde están y podamos encontrarlos. Si los consiguen identificar, nos los dicen y ponen en la tumba el nombre de la persona. Y si no, ponen 'sin identificar'".
Él mismo recibió una llamada de una zona ocupada cercana a Zaporiya del padre de un soldado, que le informó de dónde estaba su hijo. Povorotni destaca que en esos sitios se podrían estar llevando a cabo asesinatos como en Bucha, Irpín y otros pueblos de los alrededores de Kiev y por eso es crucial localizar las tumbas lo antes posible.
"Es importante reunir la mayor cantidad de información porque no sabemos si las personas que los enterraron estarán vivas de aquí a un tiempo".
Uno de los ataúdes identificados de Dnipró tiene solo a una mujer al lado, de unos sesenta años, que se acerca sollozando a esta periodista con necesidad de contar su historia. Sin que le pregunten, relata que está enterrando a su sobrino. "Sería un buen día si hubiera paz, y no guerra", dice en su camino hacia el hoyo recién excavado para él.
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Ucrania entierra a los soldados sin nombre
Son de los soldados ucranianos caídos en el frente este, que aumentan en número y obligan al capellán a doblar los entierros colectivos
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