Cendón fue secuestrado a finales de noviembre junto al periodista británico Colin Freeman en Bosaso, en la región nordoriental somalí de Puntlandia, por un grupo armado cuando ambos se disponían a abandonar el país tras haber efectuado un reportaje sobre la proliferación de la piratería en las costas de ese país del Cuerno de África.
El reportero, que reside en Etiopía, contó que el último día, cuando ambos se disponían a abandonar el hotel para el aeropuerto, se sorprendieron de que los guardias de seguridad pública que les habían ocasionado tantos problemas para efectuar su labor hubieran sido sustituidos por otros, y dijo que “en este secuestro hubo más implicados que el fixer (intermediario) y el traductor”.
Indicó que el ministro de Seguridad de esa región de Somalia les “encasquetó sus guardias de seguridad” privados, que se vieron obligados a “aceptar amablemente”, y lamentó que les ocasionaron “muchísimos problemas”, hasta el punto de que “cualquier decisión sobre el sitio al que teníamos que ir era su decisión”, por lo que en un momento confesó: “Intentamos desembarazarnos de ellos”.
Apuntó que el último día, el intermediario con el que habían hablado para la organización del viaje les propuso que eligieran entre los guardias de seguridad o los agentes privados que les habían acompañado durante unos días, para escoltarlos hasta el aeropuerto, y consideraron que “no tenía sentido que vinieran los del Gobierno”.
Cendón, que apareció en la conferencia de prensa acompañado de su hermana Julia, dijo que “el momento más complicado fue cuando un grupo de somalíes que no conocíamos llegaron a las cuevas donde estábamos y se liaron a tiros con nuestros secuestradores durante media hora o cuarenta minutos”.
Añadió que durante el cautiverio “muchos días eran aburridos”, que algunas jornadas tenían que “caminar muchas horas”, pero la mayor parte del tiempo lo pasaron “jugando al ajedrez” y hablando.
“Intentamos hablar con los secuestradores”, dijo Cendón y señaló que, pese a que no conocerlos, lograron convencerles para enseñarles algunas palabras de inglés y en contrapartida aprender de ellos algo de somalí, “hasta que empezaron las amenazas de muerte y tuvimos que parar las clases”, dijo.