Fernando Carmona, médico internista en el
Hospital Puerta del Mar de Cádiz y delegado diocesano de la
Pastoral de la Salud del Obispado de Cádiz y Ceuta, lamenta que hoy a los pacientes se les ofrece la opción de poner fin a su vida pero, sin embargo,
solo la mitad de quienes precisan de
cuidados paliativos puede contar con el debido acompañamiento hasta el último aliento. Ello, pese a que, como sostiene, fruto de su experiencia diaria, “las personas que afrontan la muerte
me piden aliviar su sufrimiento, pero no la eutanasia”.
Su reciente despenalización es una “de las
grandes barbaridades” que se han cometido en los últimos años “desde el punto de vista sociológico, antropológico, médico”, agrega, advirtiendo de que se ha hecho en plena pandemia.
“Es criminal”, remacha.
Entretanto, las administraciones públicas siguen sin dotar de recursos económicos y humanos los cuidados paliativos, ni en los centros hospitalarios ni en los domicilios, para valorar y
tratar el dolor y otros
síntomas físicos o psíquicos o las
necesidades espirituales.
Carmona considera especialmente importantes atender
estas últimas. “Cuando una persona se enfrenta a la situación compleja de la muerte, se hace preguntas, hace balance de sus proyectos, se cuestiona qué legado dejará o si existe Dios y, en caso de que exista, si le juzgará”, explica. Estas demandas espirituales, religiosas o no, deben ser igualmente satisfechas porque dan un sentido a la vida,
“La gente necesita, esperanza, en definitiva”, y, por lo tanto, el personal sanitario juega un papel fundamental para ayudar a dar respuestas.
Las trabas administrativas no son el único obstáculo que han de salvar los profesionales. Desde la irrupción del Covid-19 en marzo de 2020, los cuidados paliativos se han visto afectados porque la prevención de contagios ha impuesto la obligatoriedad de
mantener distancia entre sanitarios y pacientes, justo lo contrario que defiende una buena práctica del servicio.
Precisamente, en torno a esta idea se articula la próxima campaña de la Iglesia que arranca hoy 11 de febrero, viernes, con la
Jornada Mundial del Enfermo, y hasta el
sexto domingo de Pascua, el 22 de mayo.
Carmona recuerda que estas jornadas fueron iniciadas por
Juan Pablo II en el año 1992, coincidiendo con el día de la festividad de la Virgen de Lourdes, con los objetivos de
sensibilizar a toda la sociedad en la asistencia al enfermo; ayudar a valorar el sentido del sufrimiento del enfermo, tanto a él mismo como a su familia; fortalecer el compromiso de la asistencia religiosa al enfermo como parte fundamental de la labor de la Iglesia; promover el compromiso de las personas voluntarias; y, finalmente, compañar los procesos de formación permanente a todos los que desarrollan su labor en el ámbito sanitario (profesional sanitario, sacerdotes, religiosas y religiosos y voluntarios)
Este año 2022, el lema de la jornada es
“Acompañar en el sufrimiento”, inspirado en el pasaje de Lucas 6,36 que reza:
“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”.
“La pandemia vuelve a inspirar el lema y el pasaje”, apunta Carmona, quien admite que, casi dos años después, “aún cuesta saber cómo evoluciona esta enfermedad”, y señala que, si bien “existe cierta adaptación, todavía
es necesario utilizar los equipamientos de protección individual (EPI), que impiden el
contacto directo que tanto añoran profesionales y enfermos.
El internista del hospital de la capital gaditana no solo se refiere a quienes están afectados por Covid, que han copado todo el protagonismo, sino
al conjunto, que tiene que cumplir igualmente con los protocolos de prevención.
La sexta ola impedirá, asimismo, desarrollar las actividades tradicionales del Obispado de Cádiz y Ceuta, con mesas redondas o el reparto de las estampitas que son tan frecuentes en las habitaciones de los hospitales andaluces. A
nivel intraparroquial, no obstante, tendrá especial protagonismo.