Raquel Orantes, hija de Ana Orantes, a quien su marido quemó viva en 1997 en un asesinato que fue el detonante para la reforma del Código Penal en materia de violencia machista, lamenta que, veinte años después, "las víctimas siguen siendo las mismas" y la ley "no ha conseguido todo lo que debería".
En una emotiva carta dirigida a su madre al cumplirse, el próximo 17 de diciembre, el veinte aniversario de su muerte, Raquel le confiesa que le gustaría decirle que su testimonio "ha quedado marcado en la memoria de un país que hoy en día te recuerda".
"Que muchas mujeres ven reflejado su dolor en tu dolor; que gracias a ese acto de valentía impulsaste, por fin, la creación de una ley integral contra la violencia de género; y que, en muchos casos, denuncias como la que tú realizaste no quedan impunes", relata en la carta hecha hoy pública por la cadena Ser.
Raquel le dice a su madre, que fue quemada viva por su marido días después de que relatara en un programa de Canal Sur Televisión los cuarenta años de palizas y humillaciones a los que fue sometida, que le gustaría contarle que "ni una mujer más ha tenido que abandonar su hogar, como lo hacías tú -recuerda- cuando tu agresor rompía en cólera, con todos nosotros avanzando delante de tu partida".
"Contarte que las sentencias son justas, que los jueces no las siguen 'interpretando'. Que al igual que tú, ninguna mujer tiene que convivir con su maltratador, que ninguna mujer, aunque haya roto la relación, tiene que vivir con el miedo de que en cualquier momento su agresor entre en casa. Que ningún hijo o hija tiene que permanecer alerta en sus sueños como lo hacíamos nosotros".
Raquel, que recuerda la "angustia" con la que se levantaba, "ante cualquier ruido", con un bate de béisbol que transformó en su "arma de defensa", hubiera deseado contarle también a su madre "que hoy en día, hijos e hijas de mujeres valientes" como ella no son "los grandes olvidados de la barbarie".
Y que ya "ningún niño llora en silencio su desgracia, acurrucados como lo hacía yo en la soledad gris y triste de su habitación" pero, "no es así".
"Las víctimas (...) siguen siendo las mismas. Siguen asesinando con impunidad; seguimos siendo, desgraciadamente, ciudadanas de segunda; y la ley, hoy por hoy, no ha conseguido todo lo que debería", lamenta Raquel en la carta, en la que relata las peleas presenciadas, la agresividad, "hostilidad y desprecio" de su padre, tan "gentil y agradable de puertas para afuera" durante una infancia que se redujo, dice, a los ratos que ella y sus siete hermanos disfrutaban con su madre cuando él se alejaba durante varios meses.
"Disfrutábamos tanto... ¿verdad, mamá? De nuestra complicidad, de nuestras escapadas al centro de Granada (...) Te echo tanto de menos, mamá. Me haces tanta falta... En mis decisiones, en mi camino, en mi vida. Has sido y serás la mujer mas valiente y honesta que he conocido", confiesa Raquel, que se dirige también a su madre para expresarle cuánto habría dado por liberarla de su sufrimiento.
Y se despide así: "Te extraño cada día, estás en mí y eso me consuela pero daría mi vida por otro último abrazo tuyo. Te echo de menos y siempre estás en mi pensamiento y en mi corazón. Hasta que nos volvamos a encontrar... Te quiero, mamá".