Galiardo, bajo la dirección del francoargentino Jorge Lavelli, da vida esta semana en el Festival de Mérida a Harpagón, el protagonista de la obra de Moliére, “un personaje al límite, enfermizo y desorbitado”, explica en una entrevista.
“A veces grita, se mueve con desconfianza, ríe bobaliconamente ante el halago, nadie puede tener una buena opinión de él”, explica el actor gaditano-extremeño con histrionismo sobre este figura.
Una figura, añade, que le atrapó lo suficiente para proponerle a Lavelli llevar al teatro la “tragedia humana” de la avaricia y la codicia, pero “sin densidad y con humor”.
“Ésta es la clave –afirma rotundo– para llevar al público grandes reflexiones”. Ésta y la del trabajo bien hecho son las que le hicieron ganar el Goya en el 2000 por “Adiós con el corazón”, aunque el “carácter cainita de España” le hace ser escéptico, según confiesa.
“El estilo nacional es de castigo, cuando recibo un premio me pregunto a quién estarán castigando”, espeta gesticulando y sin rodeos.
El Avaro, que pone fin el próximo domingo a la LVI edición del Festival de Mérida, habla de esa querencia tan humana por el dinero y el poder, pero también del “miedo a la muerte que crea ataduras, lleva a consumir cosas, al uso inadecuado del sexo o a entender el placer como elemento maravilloso, cuando debería ser un elemento compensatorio de otros recorridos de la vida”, profundiza.
Para Galiardo, Molière habló en el siglo XVII de unos problemas en una sociedad concreta que se mantienen en el tiempo.