Léon Werth, cuyo relato "33 días" se publica ahora en español, es el destinatario de una de las dedicatorias más celebres de la literatura universal: la escribió Antoine de Saint-Exupéry en "El principito". Él también escribía y lo hacía con agudeza, lucidez y una radical libertad de expresión.
"A Léon Werth. Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande", escribía Saint-Exupéry en su dedicatoria a este escritor, periodista y crítico de arte, que en "33 días" cuenta su propio éxodo y el de miles de franceses por las carreteras de Francia huyendo del avance de los nazis hacia París en la Segunda Guerra Mundial.
Es el primer libro de Werth (Remiremont, Francia, 1878-París, 1955) que se publica en español, según afirma a Efe María Moreno de Vientisieteletras, una editorial que proyecta acercar al lector hispano "toda la obra" de este testigo "capital" de la primera mitad del siglo XX.
Como en un impecable reportaje, Werth plasma el caos y los embotellamientos de los primeros días de la Ocupación en "33 días", exactamente el tiempo que emplearon él y su mujer para llegar en su viejo Bugatti a su casa de vacaciones en el sureste de Francia desde París, un trayecto que habitualmente recorrían en ocho horas.
"Independiente, crítico e insobornable", Werth, "autor muy molesto", refleja en este relato "los gestos heroicos, pero también las miserias" de sus compatriotas durante esos difíciles días, según la editora María Moreno.
Inédito en Francia hasta 1992, el manuscrito de "33 días" acarrea una curiosa historia.
En 1949, Werth se lo confió a Saint-Exupéry para que escribiese un prólogo y lo editase en Estados Unidos. Los derechos los compró Brentano's para publicarlo en 1943, pero no lo hizo, aunque a modo de anticipo, tras la Liberación, le envió un paquete militar con cigarrillos, chicles y chocolates.
Fue gracias a la perseverancia de Viviane Hamy, dueña de una editorial francesa con su mismo nombre, que esta obra vio la luz por primera vez sesenta años más tarde.
Hamy descubrió a Werth gracias a los "recuerdos literarios" de un amigo que le habló de "La Maison Blanche", un libro que buscó en la Biblioteca Nacional de Francia y que le sirvió -afirma- para tirar "de un hilo en el que se encontraban atadas maravillas" como "Clavel soldat", "Déposition" o "Conchinchina", ejemplos de esa "feroz independencia" que le caracterizó y que le valió "un olvido abisal".
En su vida, como muchos de sus coetáneos, Werth sufrió en primera persona tres contiendas bélicas que marcaron su forma de ver el mundo: la Primera y la Segunda guerras mundiales y la de Indochina.
Según su biógrafo, Gilles Heuré ("L'Insoumis, Léon Werth 1878-1955"), hay tres rasgos que definen su vida y su obra: Antimilitarista, tras su experiencia como voluntario en la I Guerra Mundial; anticolonialista, después de su estancia en Indochina; y hombre de izquierdas desengañado del estalinismo.
Y es que Werth, según su amigo Saint-Exupéry, "enseña a vivir" gracias a "la calidad de su mirada, de su preocupación y de su búsqueda". A los dos escritores les unió un solido afecto que duró hasta la muerte, en 1944, del autor de "El Pincipito".
"A Léon Werth. Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande", escribía Saint-Exupéry en su famosa fábula sobre el amor, la amistad y el sentido de la vida, y a renglón seguido daba "una seria excusa": "Es el mejor amigo que tengo en el mundo".
Y, por si esa razón no bastase, enumeraba dos más: "Puede comprender todo" y "Vive en Francia, donde tiene hambre y frío (...) y verdadera necesidad de consuelo".
Luego matizaba: "Quiero dedicar este libro al niño que esta persona fue en otro tiempo".
"Todas las personas grandes han sido niños antes. (Pero pocas lo recuerdan)", reflexionaba Saint-Exupéry, quien, finalmente, corregía su dedicatoria: "A Léon Werth cuando era niño".