Acaba la época estival y llega la hora de valorar estos dos meses y de su impacto en nuestra sociedad. Durante el pleno verano me he pasado oyendo y leyendo las críticas sobre el estado de limpieza de las calles, mayoritariamente de gente afincada en nuestra localidad, mientras que en la recta final del mismo los ataques han venido por la acumulación de bolsas de basuras que no se han venido recogiendo o que se han apilados en lo que un día dejo de ser un punto limpio en el polígono industrial. No quiero decir con esto que estas críticas sean infundadas, porque es evidente que las calles no han estado en el estado óptimo de limpieza y que lo que ha habido en el punto limpio era digno de sonrojo, pero si es cierto que mientras las exigencias del barbateño iban en esa línea, por parte de casi la totalidad de los veraneantes que han estado en nuestro pueblo, sólo han hablado de las bondades de nuestro entorno; de las riqueza cultural y lúdica de las actividades que se han venido ofertando o sencillamente de su amor incondicional por Barbate.
Está claro que somos un pueblo con unas carencias económicas que ya son históricas, pero además somos una sociedad exigente, tal vez por ese motivo el que viene con una predisposición a pasarlo bien, sepa captar y quedarse con aquellas cosas positivas que el esfuerzo privado o de la propia administración local ha venido haciendo durante dos meses. El concierto de la Asociación de la Banda de Música, la Feria del Carmen, el Festival Cabo de Plata, la Breña Moon, la Velada Flamenca, el Festival del Estrecho, Conciertos con Encanto, conciertos en las terrazas de los establecimientos de copa, nuestras playas, el Parque Natural, y tantas otras cosas que se me escapan de la memoria, que han hecho que Barbate se termine consolidando como un destino turístico, con pocas plazas hoteleras, pero una referencia en la costa hispana. No quiero volver a oír hablar de lo que nos empequeñece como pueblo, porque el orgullo de lo que nos engrandece debe de imponerse ante las salvajes críticas, a veces, nuevamente, amparadas en la más vil cobardía que es la que te da una red social con perfiles irreales.
Nos encaminamos a un invierno del que todo el mundo nos advierte por su dureza, con precios disparados por una guerra que cada vez se vuelve más sin sentido dentro del sin sentido que tienen todas las guerras. Un invierno que labrará el camino que desemboque en unas nuevas elecciones municipales, donde los partidos políticos ya velan sus armas para emprender la batalla dialéctica, donde esperemos que los argumentos se impongan con la claridad suficiente a cualquier descalificativo o insulto.
No quiero despedir esta columna sin romper una lanza por mi pueblo, que ha sido capaz de combatir a una pandemia durante un verano, con actividades culturales, que una vez aparcada de manera oficial las mascarillas y el Covid, ha continuado con estas actividades y todas ellas han tenido como premio, el respeto y veneración del público y de la propia pandemia, todo porque Barbate sigue siendo un lugar mágico. Aquí siguen ocurriendo solemnes prodigios, siendo capaces de odiarnos a muerte, querernos destrozar la trayectoria profesional y al día siguiente llamarnos hermanos o compartir catre y chistes de mal gustos. Somos un pueblo duro con nosotros mismos, capaces de dar veracidad con suma facilidad a mentiras vergonzosas e indignantes en una red social, con el único objetivo de desacreditar a quien tiene el crédito personal muy bien ganado y asentado, lástima que para algunos venerar la mentira con tal de hacer daño a quien manda sea su única felicidad y sean incapaces de saber disfrutar de la suerte que un día tuvieron de vivir en un auténtico paraíso.