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San Fernando

\"Nos dolería que nos impusieran una forma de cargar de fuera, cuando tenemos un estilo único\"

Alberto Salas Sánchez ‘Zaragoza’ comenzó a cargar pasos en 1974 con la cuadrilla de Nicolás Carrillo, de ahí pasó a formar parte de la primera cuadrilla de hermanos de San Fernando.

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En el tercer domingo de Cuaresma, Alberto Salas Sánchez recibió la distinción máxima del cargador isleño, de manos del hermano mayor de la hermandad de la Resurrección. Miembro actual de la Junta Rectora de la Asociación de Jóvenes Cargadores Cofrades, capataz y autor de dos libros como Cargadores de La Isla. Historia, tradición y anécdotas y Anecdotario comentado de la Semana Santa isleña.

Después de que durante años haya tenido el placer de glosar la figura de cargadores homenajeados e incluso aportar la biografía de algún cargador y sus conocimientos, este año le ha tocado cambiar de papel y recibir el homenaje.

—-¿Qué le supone recibir esta distinción y vivir este acto desde otro punto de vista?
—Para mí ha sido un orgullo entrar a formar parte de esos cargadores que han sido en años anteriores seleccionados, sobre todo por la valía de estas personas. Personas que han aportado mucho a la Semana Santa, como Nene Carrillo, Papardi, Pepe El Capi, Mamé Abreu que fue fundador de la JCC y alguno fallecido como Pepe Rubio. Para mí es un orgullo sumarme a esta nómina de personas..

Usted ha conocido la carga de los asalariados y formó parte de la primera cuadrilla de hermanos de San Fernando, la de hoy Servitas y antigua Mater Amabilis
—Sí, afortunadamente tuve la suerte de cargar en cuadrillas tradicionales, me gusta llamarle tradicionales a las asalariadas o profesionales, pero viví esa transición, ese paso de los profesionales a lo que luego fueron las cuadrillas de hermanos y lo que fue la JCC posteriormente. Realmente el primer movimiento importante que hubo en este aspecto fue la cuadrilla de Mater Amabilis. La cuadrilla de Mater Amabilis surge en 1973, cuando todavía no había planteamientos de cuadrillas de hermanos ni planteamiento de la JCC. Ahí empezamos un grupo de chavales a meternos debajo de los pasos a conocer esos pasos. Muchos de ellos fueron cantera para la cuadrilla de Nicolás Carrillo y cuando empieza el declive de las cuadrillas profesionales, muchos empiezan a formar parte de cuadrillas de hermanos o del Nazareno y los menos a la JCC, que fue donde yo quise incorporarme.

—¿Se puede decir que el fenómeno de la JCC acabó con los cargadores asalariados?
—Bueno, ya se venía arrastrando ciertos problemas del cambio de la sociedad. Ya cargadores, cargadores de los que trabajaban manualmente cada vez había menos. Personas que le gustaba estar de bajo de los pasos por afición o por devoción, cada vez había menos. Es decir, el número de cargadores estaba mermado ya con las cuadrillas tanto de Nicolás Carrillo como de Perico Sánchez. Y además coincide con un crecimiento en el número de pasos que salen a la calle, sobre todo vírgenes y entonces es el momento en el que irrumpe la JCC. La JCC aporta la gratuidad a lo que son las hermandades. Otro problema que había en ese momento era que económicamente no estaban muy bien las hermandades. Por tanto, creo que es un momento de declive, de falta de personas de las cuadrillas profesionales, un auge de chavales con muchas ganas como es la JCC y luego las cofradías que ven que es la solución a muchos problemas que tienen, sobre todo desde el punto de vista económico.

—¿Se puede decir entonces que gracias a la JCC coincide un periodo de expansión y crecimiento patrimonial de las hermandades gracias a ese dinero que se ahorraban en el salario de los cargadores?
—Eso es un tanto que tiene que apuntarse y que se apunta la JCC, ya que todo ese ahorro económico, va a formar parte de toda la mejora en pasos, enseres, en lucimiento de obras de arte que empiezan a adquirir las hermandades a partir de ese momento. Es cierto que los profesionales cobraban, pero yo tengo hecho estudios y tampoco era algo excesivo, en comparación con los costaleros de Jerez o de Sevilla. Lo que sí hubo fue una gran subida anualmente en un porcentaje elevado, pero en comparación de otras ciudades, los cargadores de La Isla no cobraban en demasía.
 

Ahora son muchos los jóvenes que se meten a cargar, pero hace décadas era algo mal visto, no parecía socialmente muy aceptado eso de meterse debajo de un paso.
—Si tradicionalmente han sido las clases bajas y las más necesitadas, como los que realizaban trabajos esporádicos como salineros, mariscadores, gente que tenía de alguna manera que subsistir, buscarse dos pesetas de alguna de las maneras y una de ellas, además era ir a los pasos en Semana Santa. Era un trabajo duro. Era y es.   Había una capa social  la más baja, la más débil, la que se metía en los pasos. Cuando empiezan a meterse una serie de personas de otra clase social, fundamentalmente por promesa  en un principio está mal visto por parte de la sociedad, pero coincide también con una etapa pre democrática en España con lo cual parece que las cosas son ya de otra manera, que todo es distinto. La Democracia le da a todo un nuevo aire y a partir de ahí ya se ve con una normalidad absoluta.
 

¿Qué le impulsó a escribir el libro 'Cargadores de La Isla. Historia, tradición y anécdotas'?
—Bueno, me dí cuenta de que nosotros los cargadores hablábamos mucho, que nos reuníamos en un bar y contábamos nuestras historias, nuestras anécdotas, y me dí cuenta de que las palabras se las lleva el viento y que el tiempo iba pasando y no había una constancia escrita. Entonces me propuso como objetivo reflejar en papel todas aquellas anécdotas e historias que oíamos y que nos contaban, y que los cargadores viejos relataban, pasarlo al papel para que quedara una constancia. Estoy bastante orgulloso también de haber hecho este libro, y cuando lo saqué lo dije: esto es un primer escalón que yo pongo ahí y luego vendrán unos historiadores o gente que con más profundidad estudiarán este tema e iremos ampliando el conocimiento de la historia. Realmente es un legado que tenemos, una intra historia de nuestra ciudad, y que modestamente, si no hubiera escrito ese libro, todo eso se hubiera perdido y hubiera pasado al olvido.

—Contando que en los archivos de las hermandades hay constancia de los pagos a las cuadrillas, la pérdida real hubiera sido todo ese proceso de evolución de las cuadrillas profesionales a las de hoy día y sobre todo figuras como el recientemente fallecido Papardi, que venía de Holanda expresamente a cargar el Nazareno ¿no?
—Claro, es un claro ejemplo de lo que estamos comentando. Eso todos los cargadores lo sabíamos e incluso alguno de las hermandades, pero claro, si eso no se escribe, oralmente se va transmitiendo y con el tiempo se va diluyendo, se va perdiendo.

—Y se desvirtúa también.
—Efectivamente, por otro lado se desvirtúa. Por eso pienso que esta historia nuestra haberla pasado al papel, con vistas al futuro, pues queda asentado y da ese conocimiento para aquellos estudiosos que el día de mañana lo quieran mirar.

—Hoy hay abuelos que le dicen a sus nietos que ellos cobraban por cargar y que ahora pagan por hacerlo ¿tanto ha dado la vuelta esto?
—Es la situación social que ha cambiado. Antes el que cargaba era por necesidad, cobraba para comer, y se nos remontamos a la posguerra donde a los cargadores además de pagarles el jornal, le daban una comida. Las hermandades los invitaban a comer, sobre todo para asegurarse que a la hora de meterse bajo los pasos pudieran responder. Estamos hablando de la época del hambre con las cartillas de racionamiento. El hecho de cobrar entonces era algo lógico y normal. Nadie lo puso en duda jamás. Porque ahora hablamos ahora de cargadores profesionales, pero en esos años no existía el apellido, era simplemente el cargador, porque lo normal era que cobraran, aquí, en Jerez, en Cádiz, en Sevilla y en cualquier sitio. La sociedad evoluciona y crece el fenómeno de las cuadrillas de hermanos, donde personas voluntarias empiezan a meterse en los pasos sin cobrar. El que paga hoy su papeleta de sitio como cargador no tiene que decir que se lo quita de la comida.

—Aún así, desde fuera de San Fernando el fenómeno asociativo de la JCC se ve como algo extraño. Ven más normal cuadrillas de hermanos.
—Sí, es un fenómeno un poco extraño, que prácticamente no lo hay en otro sitio. Cuando he ido a algunos coloquios a Cádiz, Jerez, etc. y comenta uno que no es de una cuadrilla de hermanos, se hacen un pequeño lío. Pero si lo miramos un poco con la óptica antigua de las cuadrillas de cargadores tradicionales, el concepto es el mismo. Nicolás Carrillo tenía un grupo de hombres que sacaba un día tres o cuatro pasos. Eso es lo que hace la JCC. Había una movilidad y nadie se consideraba de una sola hermandad.

—Dando por hecho la tradición en la carga de La Isla, ¿se asume también la evolución?
—La historia de la carga de La Isla también ha sido de evoluciones sucesivas. Pensemos en las antiguas parihuelas, en el cambio del sentido de los palos con el primer paso que vino de Sevilla. Esos fueron cambios y lo que ocurre es que el cargador se fue adaptando a esas nuevas circunstancias, a más peso, a nuevos modelos de pasos. Y luego, también el tipo de mecido ha evolucionado. Vemos vídeos más antiguos y vemos que hoy son completamente distintos. Sí hay una pequeña evolución, pero lo que debemos hacer es mantener el estilo que es autóctono de aquí de San Fernando. Lo que a nosotros nos duele mucho, o nos dolería, es que nos impusieran una forma de cargar de fuera, cuando tenemos un estilo único en Andalucía y único en España. Tenemos que conservarlo con toda nuestra fuerza y todo nuestro cariño.

—Sin embargo, en San Fernando ya ha llegado el costal. Lo hizo hace más de una década con la hermandad de la Pastora y recientemente con la asociación Reina de los Ángeles. De momento está en hermandades de Gloria, pero ¿cree que esto puede llegar a las hermandades de penitencia y en una Semana Santa?
—Vamos a ver, es una pregunta complicada. El costal yo lo llamo la globalización. Todo el mundo usa el costal porque lo usa Sevilla y hay que usarlo. Pero es muy difícil que los hombres de trono de Málaga dejen su estilo para meter el costal, y pienso que es muy difícil, sobre todo que hermandades de Semana Santa cambien al costal. De momento no ha habido intentos de costal, pero sí ciertos intentos de empezar un poquito, y no han tenido éxito. Cuadrillas que han cambiado de dirigentes y han optado por otro tipo de carga, luego han tenido que volver a lo tradicional. Al fin y al cabo los críos y los jóvenes que están en la acera viendo las procesionles, lo que ven es al cargador y escuchan al cargador, lo que hablamos. La posible fuerza de los chavales jóvenes se están integrando en cuadrillas de hermanos y en la JCC.

—Pero incluso han cambiado los toques de llamador en algunos pasos. Ya no se mantiene la secuencia de toques.
—Sí, efectivamente son pequeños detalles que se han ido introduciendo, influenciado por mucha gente que ha ido a estudiar a Sevilla, que allí han aprendido otras cosas, pero que luego quieren traerla aquí, cambiando un poquito lo que siempre hemos tenido. Cuando me demuestren que es mejor dos toques que tres, pues a lo mejor habrá que hacer dos, pero mientras que no me lo demuestren, prácticamente no sé por qué hay que cambiarlo. Cambiar por cambiar, creo que no es bueno.

—Se ha pasado de un capataz a dos capataces y a listeros o contraguías. ¿Eso es evolución?
—Bueno, eso es evolución, pero tampoco olvidemos que también se hacia antiguamente. No de una manera oficial, pero recuerdo que las cuadrillas tradicionales la sacaban dos capataces, por los lugares más complicados había dos capataces, e incluso algún cargador, ayudaba en la cola a que el paso fuera derecho. Osea que de facto se ha hecho y ahora lo que se está haciendo es oficializando un poco. La JCC desde hace dos o tres años, ha oficializado los dos capataces, y siempre cuatro ojos ven más que dos.

Su libro sobre la historia de los cargadores data de 2002. ¿Tiene material para complementar esa historia después de más de una década y de nuevas cuadrillas?
—Bueno, estoy dándole vueltas y hay un tema que me preocupa mucho, en el tema de los cargadores de La Isla, que es el vocabulario, el argot que empleamos. Los que fuimos conociendo a los cargadores tradicionales, hemos venido usando ese lenguaje, pero es verdad que hay cargadores y capataces nuevos que se incorporan y que están perdiendo muchos términos.Unos términos que antes se empleaban y que hoy día están desaparecidos. Entonces me estoy planteando hacer algo para dar conocimiento de estos términos y fundamentalmente con dos motivos: uno para que no se pierda y otro para ver si animo a los cargadores y capataces a que empleen palabras que hoy en día la juventud no emplea debajo de los pasos.
 

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