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San Fernando

Más europeos y competitivos pero poniendo en peligro la santa siesta

La vuelta a la hora de Greenwich ya ha llegado al Congreso para que nos devuelvan los sesenta minutos que nos deben.

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  • De donde sale la hora oficial -

Es un tema que sale a la palestra de manera cíclica, aunque sobre todo al comienzo de la primavera y del otoño que es cuando cambia la hora una menos o una más en aras de una productividad que no convence a todo el mundo.

Lo que era un tema recurrente ha saltado de nuevo a la arena científica e incluso política y comienza a hablarse con seriedad de volver a la Hora Legal de España, que es la que marca el meridiano de Greenwich y que fue implantada por Decreto el 28 de julio de 1900, aunque comenzó a regir el 1 de enero de 1910.

Sin embargo y como es sabido, una cosa es la Hora Legal y otra la Hora Oficial -administrativa- que es la que está en nuestros relojes, una menos, que nos mete de lleno en el huso horario de Centroeuropa y de ahí que la vertiente política vaya en dirección a la aceptación por el régimen de Francisco Franco del huso alemán impuesto a Francia por Alemania. De hecho, son los dos únicos países que mantienen el  huso horario centroeuropeo, ya que aunque Reino Unido y Portugal también lo impusieron, restauraron la normalidad al acabar la guerra.  De todas formas, también se hizo en tiempos del reinado de Alfonso XIII y en la Segunda República.

Últimamente es cuando se vuelve a escuchar con fuerza la idoneidad de usar la Hora Legal como hora real, aunque durante muchos años y desde San Fernando, el que fuera director del Real Observatorio de la Armada, contralmirante Alberto Orte Lledó, mantuviera su lucha particular por recuperar “una hora que nos han quitado”.

Ya en el mes de octubre de 2010 hablaba para este periódico sobre el particular, sobre la arbitrariedad con que se fijaron los horarios de invierno y de verano hasta la cercana implantación de la regularidad actual.

Hora de verano
En España no fue hasta el año 1918 cuando se introduce la hora de verano, concretamente el 15 de abril cuando a las 23.00 horas se adelantó una y se restableció la hora normal a las 24.00 horas del 6 de octubre de ese mismo año.
Así se fue sucediendo sin interrupción hasta 1930, cuando tras el retraso de una hora del 6 de octubre de 1929, la hora legal no sufrió ningún cambio.

Sólo hubo variaciones circunstanciales, tanto durante la Gran Guerra como durante la Guerra Civil Española, debido a la penuria de los estados combatientes y con la finalidad de ahorrar energía.

Desde 1930 hasta 1936, ambas inclusives, no se aplicó la hora de verano, que volvió a decretarse del 16 de junio al 6 de octubre de 1936 en la Zona Republicana y del 22 de mayo al 2 de octubre en la Zona Nacional. Y así se estuvo haciendo, con pequeñas variaciones de fechas, hasta el 7 de octubre, cuando en la Zona Nacional se restablece la hora normal, aunque en la Zona Republicana se adelantó la hora a principios del año y así se quedó hasta el 1 de abril, cuando con el fin de la guerra se restablece el horario normal.


“La fecha decisiva es la del 16 de marzo de 1940, cuando se adelanta la hora a las 23.00 horas del 16 de marzo, con la particularidad de que no se recupera en octubre sino que permanece la hora menos durante todo el año 1941”, decía Alberto Orte Lledó a este periódico.


“El 2 de mayo de 1942, cuando tocaba adelantar la hora, se adelanta a pesar de que España ya operaba con una hora más, la adelantada en 1940 y nunca corregida”, con lo que a partir de ese momento, España cuenta con dos horas de adelanto sobre la Horal Legal entre los meses de abril y octubre y una hora más de forma permanente.


No obstante, ha habido épocas en las que no se ha aplicado el cambio de hora, poniendo en entredicho el motio que se arguye para hacerlo y haciendo pensar que es una medida que se toma según les parezca a los gobernantes. La hora de verano se suprimió entre 1950 y 1973, ambos inclusive. Durante ese tiempo, España vivió con una hora de adelanto, la de 1940, y volvió a las dos horas de adelanto el 13 de abril de 1974. Y así hasta ahora.

Eso sí -y era de lo que se quejaba el contralmirante Orte Lledó medio en serio, medio en broma- a todos los que nacieron antes de 1940 “nos han quitado sesenta minutos de vida, que no son ni muchos ni pocos, pero son nuestros”.

Historia
“Los inventos del telégrafo y el ferrocarril traerían consigo la necesidad de organizar de algún modo la unificación de las horas. Con las locales, de origen solar, propia de las comunidades de entonces, era totalmente imposible establecer los horarios de los trenes, sobre todo en países como los Estados Unidos con grandes itinerarios Este-Oeste”, manifestaba a este periódico Alberto Orte Lledó en el año 2010 (el exdirector del Real Observatorio de la Armada e impulsor de su modernización falleció el 4 de abril de 2011).

Tal es así, decía el científico y marino, que los ferrocarriles, al poner de esta forma de manifiesto el importante problema de las sincronizaciones horarias, harían decir años después a los británicos que “al inventar Watt y Stevenson la locomotora, estaban, en parte, inventando el tiempo”.



En el decenio de 1870 Charles F. Dowd, usuario del ferrocarril y director de un colegio femenino de Saratoga Spring, N.Y., presentó a las compañías de trenes una inteligente propuesta de sistema horario basado en la hora de Washington.

El método de las zonas horarias de Dowd, pero referido esta vez a la zona del meridiano de Greenwich, empezaría a usarse en los ferrocarriles de Estados Unidos y Canadá en noviembre de 1883 y sería adoptado por los distintos países a partir de la celebración de la Conferencia Internacional de Washington del siguiente año en la que el meridiano de Greenwich sería reconocido universalmente como origen de las longitudes geográficas.


Gran número de naciones, entre ellas España, adoptarían el sistema de husos con anterioridad a 1905. Francia lo haría en 1911 y el resto de los países importantes antes de 1924. “Como detalle curioso diremos que Holanda no lo haría hasta 1940 y que el último país en adherirse oficialmente fue Liberia, en 1970, cuyo horario había permanecido atrasado hasta entonces con relación al correcto, nada menos que cuatro horas y media”, decía Orte.


Algo cotidiano

La distribución actual de las zonas horarias, con el valor de las horas enteras de adelanto o atraso de cada una de ellas sobre el Tiempo Universal, figura en todas las geografías y se expone en los aeropuertos y agencias de viajes. En tales mapas esquemáticos se observa cómo las zonas han debido de adaptarse en la práctica a los límites naturales o administraciones de los Estados para mayor comodidad horaria de los mismos. También se observan lagunas o excepciones en el esquema general, sobre todo en zonas poco extensas, enclaves geográficos e islas, o el uso complementario de medias horas o cuartos de hora, en abierto desacuerdo con el concepto del sistema.


Ese fue el comienzo y el motivo de poner en marcha los husos horarios y así se han mantenido como la forma más razonable para organizarse a nivel mundial, algo que en estos tiempos de globalización supone una herencia prodigiosa de lo que comenzó como una necesidad de las empresas ferroviarias.

Sin embargo, el problema que sale a la palestra cíclicamente no es el de los husos horarios, perfectamente aceptados, sino la aceptación, “por olvido”, de un huso horario que a España no le corresponde y que ocasiona problemas dos veces al año porque el criterio que se sigue para adelantar o atrasar la hora en abril y a finales de octubre no se ciñe fielmente al criterio de los países que sí están en el huso horario que les corresponde de forma natural.

Eso ocasiona problemas y confusiones a terceros países que basándose en los husos horarios globales identifiquen a España con la hora de Greeenwich cuando en realidad tiene una menos, dos  en verano. Y a esos problemas se suma la mencionada adulteración del principio por el que se adelanta o se atrasa la hora.

¿Pero cómo se llega a esa decisión de adelantar o atrasar la hora en primavera y en otoño? Obviamente a causa del progreso y con la intención de ahorrar.  Y no era algo propio de los tiempos modernos. Muchas civilizaciones -o países- lo hacían por el mismo motivo, aunque en vez de ahorrar electricidad ahorraran en velas, o en petróleo para las luminarias.

Un alineamiento con Greenwich que pone en peligro la siesta

Alberto Orte Lledó fue la voz que clama en el desierto en su reivindación de que le devovieran “mis sesenta minutos” y por ende se volviera a la hora de Greenwich. No pudo ver cómo en septiembre del año pasado se abordaba el tema en sede parlamentaria y se enumeraban las consecuencias de restablecer el huso anterior a 1942. 

Aunque la izquierda se abstuvo en la comisión pertinente, el Partido Popular ha mostrado su disposición a profundizar en el estudio. “Se trata de una tarea compleja, puesto que implica una transformación de nuestros usos y costumbres diarios, pero es innegable que los resultados nos harían converger con Europa en muchos aspectos en los que hoy estamos sumamente alejados, y muy particularmente en productividad, en competitividad, en conciliación y corresponsabilidad”, dicen las conclusiones de los más de 60 especialistas involucrados.  

Vivir fuera del huso horario que nos corresponde, señala el informe, "da lugar a que madruguemos demasiado y durmamos casi una hora menos de lo recomendado por la OMS", lo que unido a una organización horaria laboral "también singular", que en nada se parece al resto de Europa, "afecta negativamente a la productividad, el absentismo laboral, al estrés, a la siniestralidad y al fracaso escolar".

La sacrosanta siesta
Claro que culturalmente -y permitan la remisión a las consideraciones de Alberto Orte,que alertaba sobre las consecuencias de las medidas que se aplicaban en pro del ahorro-tiene un “coste”. “Los primeros intentos de ahorrar a costa de nuestros hábitos se limitaron a adelantar la hora de cierre de los comercios, bares, restaurantes y espectáculos, pero ello necesitaba de tantos bandos municipales como poblaciones, lo que además de resultar engorroso provocaba las protestas de estos gremios”.


¿Qué solución sería aplicable a ese nuevo problema? “Fue entonces cuando a alguien se le ocurrió adelantar a un tiempo todas las actividades, adelantando -con un solo Decreto- todos los relojes y provocando con ellos el llamado ‘efecto madrugón’ que dejaría a los cuerpos listos para acostarse a la misma hora que las gallinas”.

“Los cuerpos reaccionaron con la contramedida de la siesta y el personal continuó disfrutando del trasnocheo veraniego, aunque pensando siempre en el dichoso despertar del día siguiente. También colaboraron los gremios a mitigar los efectos de la medida atrasando una hora la apertura y el cierre de las mismas, con lo cual se desvaneció  el efecto absoluto del cambio de hora. Lo bueno del asunto es que esa inconsecuencia, que aún perdura, se produciría con el beneplácito de la autoridad gubernativa”, decía Alberto Orte.

Posiblemente los estudiosos que aconsejan adoptar el huso horario que corresponde a España, en aras de la productividad y la competitividad, no hayan caído en que ponen en peligro toda una costumbre nacional por todos protegida: la sacrosanta siesta de los españoles.

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