Ya el año pasado, Monchi estuvo más brillante, mucho más, a la hora de colocar a los jugadores que no tenían sitio que cuando confeccionaba la plantilla propia. Este año volverá a sudar tinta para aligerar el equipaje. Y en ese punto, la gran patata caliente va a ser Tiberio Guarente, que vive como un jeque en Sevilla (está encantado él y su pareja), que cobra una barbaridad, que tiene tres años de contrato por delante, que lleva año y medio sin competir por una muy compleja lesión y que no está dispuesto, como está el mundo, a perder ni un sólo euro en la operación que se le plantee.
En Italia se habla de un interés de la Fiorentina. ¿Pero a qué precio? Sabiendo todo lo demás, colocarlo va a ser casi imposible, a menos que el Sevilla pague buena parte de su ficha y lo ceda por tanto.
Preocupa más el italiano porque quedan por amortizar más de la mitad de los casi seis millones que costó su espléndido traspaso. Un regalito que acabará, seguramente, con Guarente entrenando por narices en el grupo que esté a las órdenes de Míchel.
Más fácil será la decisión con respecto a Lautaro Acosta. Se dan por perdidos los cerca de diez millones de euros de su traspaso, pero cobra al año relativamente poco y además sólo tiene un año de contrato por delante, así que lo más seguro es que rescinda, posiblemente ayudado en parte por el Sevilla, que algo le tendrá que pagar para olvidar esa temporada que resta. Caso parecido va a ser el de Romaric, aunque éste cobra mucho más que el argentino, pero por contra sí tiene algún mercado, sobre todo en Francia, de donde llegó.
Con Spahic la cosa se encona. Su representante, a la edad y sueldo del balcánico, no se quiere dar por enterado cuando se le pide que coloque de nuevo a su representado. No hay equipo que llegue a su sueldo actual.