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Torremolinos

Los molinos, padres de Torremolinos (III)

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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Los molinos fueron durante siglos el sostén de casi todas las familias de Torremolinos, ciertamente muy pocas en comparación con las actuales. En los años veinte del pasado siglo, los molinos que junto con la Torre de Pimentel dieron nombre al pueblo comenzaron a desaparecer como industria, aunque ya desde 1876, tras la primera fase del abastecimiento a la ciudad de Málaga del agua que movía los molinos, se preveía su declive. Torremolinos había sido hasta entonces el paraíso del agua. No en vano, un artículo publicado en agosto de 1925 en la revista "Vida gráfica" decía: "De Torremolinos, hasta hace muy poco tiempo solo conocíase el agua". Las aguas de los manantiales de Torremolinos, que se contaban entre los más prolíficos de España y que impulsaban la industria molinera, fueron definitivamente desviadas a Málaga en 1926, feneciendo así los molinos.
Las aguas que brotaban de los manantiales bajaban a la población canalizadas a través del familiarmente llamado "Cau" por los torremolinenses. Muy cerca se abrían las puertas de la escuela, regentada por aquella inolvidable maestra que fue doña Antonia Miret. Formaban las aguas una espectacular cascada, visible en la marítima lejanía, al precipitarse por el antiguo acantilado, junto a la Torre. Cuando las aguas fueron desviadas a Málaga en 1926 y el cauce se agotó, éste, lógicamente, fue soterrado por completo. Ya se había soterrado tiempo atrás la parte que formaba cascada en el acantilado. Memorial de aquel nostálgico "Cau" es una de las calles por donde discurrían las aguas, cuya vía conocemos como "calle Cauce", en el corazón de la hoy ciudad. Un poco más arriba, atravesando en su inicio la actual avenida Palma de Mallorca, junto al que fue molino de Manojas, cuya estructura aún se conserva, se hallaba el lavadero público del pueblo, ameno lugar de reunión y tertulia de las mujeres que alegraban los días del ayer.
El caudal acuático que generaba la suficiente fuerza motriz para hacer rodar vertiginosamente los molones de una veintena de molinos se desplazaba por el "Cau" a razón de unos seis mil metros cúbicos por hora. Las aguas también regaban, generosamente, las viejas y frondosas huertas de La Nogalera. En siglos precedentes activaban otros molinos cuyos nombres registra alguna crónica. Hasta los años veinte, casi a la par de que Torremolinos dejase de ser pueblo para incorporarse al municipio de Málaga capital, los molinos, en orden desde la zona de los manantiales hasta la misma playa de El Bajondillo y alineados a lo largo del cauce para aprovechar el ímpetu natural de la corriente, eran los que se conocían por los nombres de: Inca, La Molina, Batán, Cea, El Moro, El Molinillo, Manojas, El Castillo, El Malleo, El Rosario, La Torre, La Bóveda, La Glorita, El Nuevo, La Esperanza, El Pato, El Caracol, La Cruz, El Peligro y El Pan Triste, si bien se duda de que este último fuera realmente un molino y no una simple casa de labor hortelana.
En junio de 1488 los Reyes Católicos habían concedido a la ciudad de Málaga la propiedad de las aguas de Torremolinos. Siglos más tarde, amparado en esta real concesión, el Ayuntamiento de Málaga, ante la falta del vital y líquido elemento en una ciudad que crecía desmesuradamente, optó por acopiarse de las aguas de los manantiales de Torremolinos, para lo cual realizó las pertinentes obras de desviación en dos fases. La primera tuvo lugar en 1876 y la segunda en 1926, a raíz de lo cual dejaron de funcionar los molinos torremolinenses, dedicados en su mayoría a moler trigo. Como anécdota curiosa, el molino de Manojas, frente a las calles Cauce y San Miguel, se dedicó en sus últimos tiempos a la molienda de lentejas para la popular fábrica malagueña del Ceregumil. En los bajos de esta vieja y típica edificación molinera se ubican desde hace más de medio siglo los conocidos Bar Jerez y Bodega Flores, amén de algún que otro negocio textil en época más reciente.
El primero de los molinos se yergue en el mismísimo nacimiento de los manantiales, en la actualidad enmarcados en el recinto natural del Jardín Botánico Molino de Inca, que debe su nombre precisamente al molino. De éste no solamente se conserva su estructura, completamente restaurada y dotada de la oportuna maquinaria por el Ayuntamiento de Torremolinos. Es el de Inca una genuina escuela de la vieja molienda y un auténtico Museo del Molino, aunque perfectamente capacitado para ejercer las antiguas funciones molenderas, que despierta la admiración de los muchos visitantes que se acercan a disfrutar del privilegiado entorno edénico. El sólido edificio, que aún se mantiene en pie, fue levantado por Joseph de Inca hacia 1700, sobre las ruinas de otro anterior y algo más abajo del desaparecido molino de La Plana. Dada la envergadura de la edificación, se cree que una parte de este molino fue el que se conoció como La Molina, probablemente ambos unidos en uno solo en fecha desconocida.

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