No hace mucho fue ampliado el catálogo oficial de las maravillas arquitectónicas mundiales, al ser incorporadas a las siete clásicas que todos conocemos otras siete más, también de notable antigüedad, a saber: "la Gran Muralla", "las ruinas de Petra", "el Taj Mahal", "el Coliseo de Roma", "Machu Pichu", "Chichen Itzá" y "el Cristo Redentor de Brasil". Lástima que La Alhambra, que por méritos propios aspiraba a figurar entre las siete de nueva clasificación, quedara la octava. El Escorial hubiera merecido también ser investida con la toga y el birrete de la excelsitud arquitectónica, al igual que otras maravillas universales que se presentaban a concurso. A raiz de las célebres maravillosas nominaciones, parece que en todo lugar se ha puesto de moda enumerar y catalogar las maravillas locales, como ocurre en las diversas provincias españolas, entre las que Málaga no es una excepción.
Ciertamente la ciudad capital y los pueblos de la provincia de Málaga, por concentrarnos en la Costa del Sol, cuentan con numerosas maravillas arquitectónicas, que no necesariamente tienen que ser todas antiguas o de esculturales méritos, pero sí especialmente significativas en el contexto cultural, histórico o urbano. Toda maravilla artificial que se precie de tal -y no hablamos explícitamente de maravillas de la naturaleza, que son capítulo aparte- debe ser única en su género o bien tener alguna característica que la distinga de otras de su misma especie en el propio territorio o en territorios ajenos.
Maravilla donde las haya en la provincia malagueña es la ciudad de Antequera, donde prima la belleza artística de una conjunta arquitectura eclesiástica que rara vez encuentra parangón en otras poblaciones de similar extensión. Ya la propia naturaleza antequerana, artesana madre por antonomasia, había creado en la noche de los tiempos la pétrea maravilla de El Torcal. Mas no precisamos remontarnos al alba de la historia para admirar tanto vetusto portento que nos rodea. En Málaga admiramos y mimamos con especial cuido la casa natal de nuestro genial Pablo Ruiz Picasso. No se trata de un edificio de notable antigüedad ni de rimbombantes trazas artísticas, pero es la cuna del prestigioso artista malagueño que supo dotar a la pintura, entre otras muchas particularidades, de esas insólitas pinceladas de originalidad universal que denominamos "cubismo". Meritoria casa, verdadera maravilla del patrimonio artístico y cultural de la ciudad malacitana y merecido museo a la memoria del genio creador que elevó Málaga al séptimo cielo del arte pictórico.
En Torremolinos, al margen de ese tostado collar de amplias y nítidas playas que resaltan la belleza del propio mar, también tenemos nuestras maravillas de la arquitectura y de la reconversión y ordenamiento del paisaje natural. Un ligero pero efectivo sondeo inicial realizado en diferentes sectores del municipio por redactores del "Torremolinos Información", da como resultado una coincidente opinión popular en lo que respecta a las que bien podemos denominar "Maravillas de Torremolinos". La encuesta, en principio efectuada al azar entre cien personas residentes en la localidad, da la siguiente opinión mayoritaria acerca de los que, por su relevancia o significado, pudiéramos considerar "fenómenos arquitectónicos" del municipio. Ordenadas según su aparente antigüedad o reestructuración, nuestras nueve "Maravillas de Torremolinos", a juicio del pueblo llano, serían las siguientes:
1) La Torre de Pimentel o de los Molinos. 2) El Hospital Marítimo de Playamar. 3) El chalet de los Navaja, en El Bajondillo. 4) El Centro Cultural Pablo Ruiz Picasso, antiguo Colegio de Huérfanos de Ferroviarios. 5) El Palacio de Congresos y Exposiciones. 6) La Villa Deportiva y Recreativa. 7) El Auditórium Municipal Príncipe de Asturias. 8) El Jardín Botánico Molino de Inca, junto a los manantiales 9) El Parque de La Batería, en Montemar.
Algunas opiniones del sondeo consideraban "maravillas" la Casa de María Barrabino, la Iglesia de San Miguel y el antiguo mercado de la Plaza de la Independencia, hoy convertido en oficinas municipales. Tampoco faltaban quienes señalasen a nuestras plazas públicas, particularmente las de La Nogalera, la Unión Europea, la de Andalucía y la Plaza de la Costa del Sol. Otro tanto ocurría con las viejas fuentes ubicadas, respectivamente, en El Calvario, no lejos del ambulatorio, y en la confluencia de las calles Hoyo y Cruz, en la ya citada Plaza Costa del Sol. No obstante, en el presente estudio nos limitamos a exponer el resultado mayoritario de esta primera encuesta, que refleja el parecer casi unánime del pueblo en lo tocante a sus peculiares "maravillas".
En futuros artículos consideraremos los pormenores e historia de cada una de esas nueve "Maravillas de Torremolinos", de tan entrañable raigambre en el pueblo.