Durante dos semanas, Víctor Cabrera Martín-Prieto cambió el despertador por los gritos de los macacos y el pescaíto frito por las pirañas del Amazonas.
Este torremolinense dejó el pasado mes de noviembre el parque de bomberos en el que trabaja desde hace 16 años para embarcarse en una solidaria aventura: construir un hospital de campaña en el río Xingú, un largo río amazónico situado en la zona de Altamira.
El viaje comenzó en Badajoz, donde se encontró con su binomio, un farmacéutico que también ha formado parte de este proyecto. Desde allí se trasladaron a Lisboa, donde volaron hasta Belén, capital del estado brasileño de Pará. El último paso fue Altamira, lugar desde el que se embarcaron en una voadeira, una embarcación a motor, con capacidad para 10 o 12 personas, que los trasladó hasta una pequeña isla fluvial del río Xingú.
Allí les esperaban José Miguel Ogalla, director del proyecto puesto en marcha por la Escuela de Supervivencia Anaconda, ubicada en Ojén, y otras 10 personas llegadas de distintos puntos de España, como Málaga, Madrid, Granada, Navarra, el País Vasco, Cataluña, y un argentino. ¿El objetivo? Cumplir ocho días de supervivencia y colaborar en la construcción de un hospital de campaña para los ribereños del río Xingú, “una población muy pobre, que lo tiene muy complicado para ir a un hospital. Para hacerlo tienen que desplazarse en una embarcación durante horas, lo que supone un gasto importante de dinero que no tienen”, cuenta Víctor a Viva Málaga.
Supervivencia
Además de la construcción del centro hospitalario, Cabrera ha vivido una enriquecedora experiencia de supervivencia. “Siempre me ha gustado este mundo. Hace dos o tres años, llegó un momento en el que el cuerpo me pedía aprender todo este tipo de cosas”, explica este bombero. Dicho y hecho. A través de esta escuela, que organiza cursos de supervivencia en el desierto y en la selva, se puso en marcha.
El día a día de estos aventureros ha consistido en tratar el agua obtenida del río, así como poner en marcha técnicas de supervivencia, como el rastreo, recolección de frutos, orientación o el montaje de refugios de circunstancia. “Todo esto nos puede servir en caso de encontrarnos en un escenario de caos mayor del que podemos encontrar en el día a día en Torremolinos, como pueden ser los tsunamis o terremotos”, cuenta.
Anécdotas
Víctor ha aprendido que es posible bañarse en un río lleno de pirañas o nadar rodeados de caimanes. También ha dormido todas las noches en una hamaca y se ha alimentado de pirañas, gusanos o pez gato. “Esta oportunidad es única. ¿Cuándo vas a tener una oportunidad en tu vida para estar en el Amazonas construyendo un hospital e interactuando con los indígenas? El trato con los locales al principio era un poco más difícil porque para ellos, el hombre blanco es el enemigo. Además, su portugués era muy cerrado y costaba entendernos, pero el idioma de la sonrisa se entiende en todo el mundo”, comenta entusiasmado.
Una mano amiga
Antes de ser bombero fue militar en la guerra de Kosovo. Vio y vivió el hambre y la muerte, pero sirvió de ayuda a miles de personas que hoy podrían haber sido refugiados. De ahí nace la pasión de este bombero por ayudar a los demás.
“He hablado de la experiencia en Brasil con mucha gente y me preguntan si me lo han pagado y para nada, todo ha salido de mi bolsillo para ayudar a los demás. Es una experiencia que recomiendo a todo el mundo”. Un héroe más que no lleva capa.