Incredulidad, alegría, gratitud y entusiasmo es lo que provocó en la poeta María Elena Higueruelo (Torredonjimeno, 1994) la concesión del Premio Nacional de Poesía Joven ‘Miguel Hernández’ del Ministerio de Cultura por su poemario ‘Los días eternos’ (Rialp, 2020), con el que ya obtuvo el Premio Adonáis de Poesía.
“He tenido mucha suerte con este libro. Al principio se torció la promoción. Se publicó una semana antes de que se decretara el estado de alarma por la pandemia. Es un libro que me ha traído mucha alegría y me ha abierto muchas puertas. Estaba muy contenta con los resultados que me está dando. La proyección que me da este premio es un nuevo empujón, sin haberse apagado la llama del primer entusiasmo. Es un impulso a nivel económico, con una dotación generosa (20.000 euros). En un contexto en el que los jóvenes vivimos momentos de precariedad, tener seguridad económica da tranquilidad y muchas posibilidades de organizar mi futuro”, valora.
Reconoce que era consciente de que su obra cumplía todos los requisitos. “Había obras de autores jóvenes que me entusiasmaban y pensaba que eran firmes candidatas. No llegas a visualizar que entre otras obras admiradas, la tuya esté en la lista posible”, dice.
El homenaje personal a la memoria y a los efectos del paso del tiempo, con equilibrio y dominio de la tradición poética, la han hecho ganadora. “La poesía está viviendo un momento muy fértil entre las generaciones jóvenes”, aplaude.
Cinco años antes, publicó su primer libro de poemas, ‘El agua y la sed’ (Hiperión), con el que ganó el XVIII Premio de Poesía Joven 'Antonio Carvajal'.
Graduada en Matemáticas y en Literaturas Comparadas, acaba de finalizar un máster en Estudios Literarios y Teatrales. “Estoy en un momento de transición y espera. Profesionalmente, me interesa la investigación y docencia como actividades conjuntas”, adelanta.
Su relación con la poesía ha sido por la lectura y, casi a la vez, como escritora. “Fue paulatino, gradual, un proceso natural de quien se adentra a la Literatura. He sido lectora desde niña. En el instituto leía más novela y descubrí la poesía en el último año y los primeros de Universidad. Fue un crecimiento muy rápido. Las redes sociales te dan las posibilidades de conocer personas con intereses afines, que te descubren autores, posibilidades nuevas y te derivan a otras lecturas. Todo fue muy intuitivo”, confiesa.
La evolución de su obra ha sido la misma que ha seguido como lectora. ‘El agua y la sed’ la escribió en un momento “muy iniciático”, cuando acababa de empezar a interesarse por la poesía. “Fue fruto de un interés que había crecido mucho en muy poco tiempo. Es el resultado de una escritura muy intuitiva, directa, con intereses propios de la edad y de mi materia de estudio, las Matemáticas, con las que jugaba mucho a nivel semiótico. Me interesaba la poesía, pero mi tiempo lo dedicaba al campo de conocimiento de las Matemáticas”, reconoce.
‘Los días eternos’ lo escribió en sus años como estudiante de Literaturas Comparadas. “Responde al entusiasmo de adentrarme en un nuevo campo de estudio, de descubrir más referencias y seguir el pensamiento literario y poético. Se trasluce de un poemario a otro una meditación más profunda entorno al ejercicio creativo. La escritura deja de ser visceral y se vuelve más simbólica, más extraña”, puntualiza.
Ambos libros responden a gustos naturales y distintas etapas vitales. “Conforme la escritura evoluciona debe ser con más capacidad de proyección hacia las vidas posibles de otros, a comunicar, no a lo personal”, explica.
La poesía, en comparación con la narrativa, “sigue siendo minoritario, con menos capacidad de movilización lectora, sobre todo en un público lector no especializado académicamente”. Considera que “a pie de calle es más desconocido y temido por la barrera que impone a la comprensión”. Dice: “Lo interesante de la poesía no es la comprensión, sino la extrañeza que genera al leerla. Es su gran valor. En muchos casos, resulta algo disuasorio para acercarse a ella”.
Como escritora, se da cuenta de lo que provoca a posteriori. “Cuando escribes, primero intentas entender qué buscas tú, qué esperas del poema, por qué lo estás escribiendo, en qué quieres ahondar. Tengo una meta poética referencial. La extrañeza de la búsqueda intuitiva me interesa mucho. Es muy representativa de otras búsquedas que se dan en otras parcelas de la vida para intentar comprender nuestros deseos e intereses y qué buscamos transmitir a los demás. La extrañeza que generan cosas cotidianas y experiencias mundanas, ancladas en el estar vivo, ese asombro y no comprender ciertas cosas y estar instalado en ese estado de incomprensión de incertidumbre es lo que me gusta trasladar al lector”, reconoce. También, jugar con momentos de reconciliación. “Cuando he encontrado pensamientos reconfortantes para situaciones vitales difíciles, los traslado de forma estética para llevarlos a la reconciliación con problemas irresolubles”, dice.
De los recitales, disfruta del “factor comunitario”. Dice: “Reunirse para escuchar poesía genera vínculos y lazos muy bonitos. Es un momento de comunidad entre quien recita, escucha y quien da respuestas. Si recito con otros autores o con músicos, me siento más cómoda”.
Este tipo de actividades, apunta, “permite vivir la poesía sin que esté orientada a lectura individualizada y enfrentarse de forma solitaria al poema”. Es una “convivencia colectiva de sus ritmos, la comunicación, la voz y los comentarios de los autores”, generando “espacios de convivencia muy bellos que otros géneros no permiten”.
Vive en Granada desde que cumplió los 18 años, pero siempre dice que es de Torredonjimeno. “Forma parte de mi personalidad, haber crecido en un pueblo frente a grandes núcleos urbanos. Torredonjimeno es mi casa. Es el lugar al que vuelvo siempre, donde está mi familia, los amigos de toda la vida. Como autora, siempre recibo cariño. Siempre se han interesado por mi obra”, agradece.
Su reconocimiento, ha sido motivo de orgullo para la provincia. “Jaén es una provincia muy olvidada, a la que se le ha tratado injustamente a nivel de infraestructuras. Es algo que me enfada personalmente. Si esto supone un motivo de orgullo para los jiennenses, es bonito. Pero no tiene que haber un conformismo con el prestigio simbólico que tiene este tipo de premios. Quiero que Jaén se tenga en cuenta no sólo para valorar su potencial cultural, sino para que ese valor se traduzca en una discriminación positiva en inversión para esta provincia. Jaén tiene derecho a tener condiciones equiparables a otras partes de España”, termina.