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Cultura robada en el Altaria

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El viernes pasado tomé el tren Altaria que cubre el trayecto Algeciras-Madrid. Un viaje a mi ciudad de origen para ver a la familia y a los amigos. Decidí darme un lujo asiático y compré un billete de preferente, que siempre se viaja más ancho, con menos ruido y, además, te dan comida y periódicos y otras pijadas como toallitas húmedas calientes. El caso es que casi me arrepiento nada más salir, pues empecé a leer una novela y la comida me interrumpió la lectura. Pero, en fin, comí y, por fin, pude sumergirme en la lectura. Porque para mí, viajar en tren, lejos de ser el engorro que es para otros, que prefieren un viaje exprés en avión, por ejemplo, es un placer que desde siempre he asociado a la Literatura. Uno tiene cinco horas y media por delante para meterse en una historia tejida por el cerebro de otra persona, en este caso el escritor o escritora. El personal del tren trajo los periódicos, así que me cogí el ABC, porque El País y El Público ya los había leído por la mañana. Y me entero, así, de repente, que han dado el Cervantes a Juan Marsé, que, según las crónicas periodísticas se lo tenía merecidísimo. Seguro. Yo no he tenido el placer de leerle, porque no es de mi generación. Sé que sus novelas cabalgan por la Barcelona de la posguerra, época que no he vivido, y además yo soy más bien de Reverte, Loriga, Julia Navarro, etc. Otra cosa que mola de los trenes es que uno se levanta y se va a la cafetería, y se pide un café humeante, cosa que hice, y se coge otro periódico. Y leyendo, leyendo, llego a las páginas de cultura. Y cuando voy a leer las páginas con las crónicas de Marsé, descubro con sorpresa que alguien ha robado precisamente esas páginas. Al principio me mosqueé, pero de pronto empecé a sentir una emoción especial, porque el hecho era llamativo. Alguien había robado las páginas de cultura. Mi cabeza empezó a elucubrar, el ladrón, ¿sería una persona joven que acaba de descubrir el mundo de la cultura hace poco? ¿Sería una mujer madura que necesitaba alimentar su espíritu con las crónicas de Marse? ¿O sería un hombre mayor que ha leído las novelas de Marsé y quería saber más del escritor? No sé lo que pasaría realmente, en cualquier caso volví hasta mi asiento emocionado. Busqué otro periódico, lo que sobran en un vagón de preferente son diarios, y leí las crónicas que alguien me había impedido leer en la cafetería. Y, cuando llegué a la estación de Atocha, las robé yo también para preparar un artículo. Así que el viernes, en el Altaria que llegó a Madrid, dos diarios quedaron huérfanos de las páginas de cultura, uno en mi vagón, y otro en la cafetería. Cultura robada en el Altaria.

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