Circula una corriente del neoliberalismo más radical e insensible de globalizarlo todo, sin distinciones, sin corazón y no sé si con cabeza. Los fundamentalistas del todo para todos, como si al finlandés o al canadiense le importará lo más mínimo lo que tú o yo pudiéramos hacer en nuestra vida mas privada, se impone a marchas forzadas entre codazos. Sin remordimientos y sin vergüenza. Ninguna.
No seré el que dé consejos, diga cómo, en qué y dónde se tienen que gastar los cuartos. No los traseros, ése hace tiempo que empezó a ganar una batalla, la económica, para empezar a perder otra, la más importante, el cariño y apego que siempre le acompañó. Ése, que siempre se ha tenido con respeto reverencial, a veces cortesano, a todo lo que olía al inconfundible olor a barricas. El color sepia tiñó las mejores estampas de la época más floreciente dando paso a la decadente realidad.
La hospitalidad portuense acogió el inicio de una historia de amor que va a por el cuarto siglo de vida. Estar en el selecto grupo de las 100 empresas en activo más antiguas del mundo (la 94) y la segunda de España, le atesoran una excelente salud a una de las entidades que mejor ha sabido sacar rendimiento a la obra maestra de Manolo Prieto.
La frialdad de los números se cobra otra víctima. La económica se resentirá en el fondo del Cuvillo y se cobrará el peaje al balance perfecto e indómito. El mirar a nuevos horizontes perdiendo la perspectiva a un distanciamiento sin remisión y una indiferencia del que extrañado, termina por romper los lazos con el que comandó una de las épocas más brillantes del club del Guadalete.
No fue el último, antes se fueron las regatas, las velas y demás festines subvencionados y patrocinados por el torito negro. Eran otros tiempos, otras miras y otros intereses. El que gracias al indulto publicitario, paradojas de la vida, recorre sin desfallecer todo el territorio patrio. El que mamado y criado en Los Moros se pavonea en otras lides más universales y aglutina todo un sentimiento. Cuando El Puerto es solo una sede más y no el corazón del que ha sido santo y seña de éste.
El Racing no es el único damnificado y una excepción a los nuevos tiempos y a las nuevas políticas, la Feria puede hablar largo y tendido ante las prácticas empresariales y a los nuevos tiempos que se imponen. Cuando la bendita crisis edulcora insensible a 38 años de publicidad. Cuando cuatro décadas se cierran de un portazo con un frío correo electrónico.
No seré Caín en tierra de Abel, pero sí que presento desde este mismo momento un ERE al apego de las otrora castas y apellidos de gran abolengo portuense.