Desde primeros de mes hay que pagarlas y ahora lo manda la ley. Dicen que es para concienciar, para que no se tiren porque un buen porcentaje no se recicla. Hace unos meses en todos los WhatsApp se compartió una presentación que comenzaba con una bandeja saliendo de un horno en la que había una botella de limpiador en lugar de un pescado. Seguro que aún vuela por el ciberespacio alertándonos sobre un futuro espeluznante, futuro que depende del género humano.
Si el plástico, ya sea envases o bolsas, nos inunda no ha llegado a este nivel por sí mismo, sino por la mano arrojadiza, la que lo deposita donde no debe. Pero cuántos años llevamos de concienciación. Recordemos que se empezó por el césped, luego la energía, más tarde el papel y ahora los plásticos, por acortar la lista y los resultados no son optimistas. Lo vemos todos los días y los móviles han filmado recogidas nocturnas del contenedor de basura y del de plásticos yendo a parar al mismo camión. Están en youtube, donde se puede encontrar lo más glamuroso junto al incivismo. La guarrería es otra cosa, una acción desaprensiva y falta de delicadeza de quien por instinto o mala uva no mira por lo común, eludiendo más que ignorando el perjuicio a sí mismo en primer lugar.
Pero para no desviarnos del tema, el pago de las bolsas se empezó a realizar hace más de veinte años. Una cadena de supermercados lo exigía con el enfado de la clientela, basándolo en que no tenía que pagar por la propaganda. Más de una dejó la compra sin abonar en la bandeja trasera de la caja a modo de protesta, protesta que no prosperó, aunque sí se hicieron reutilizables y más resistentes. Sin embargo, de un tiempo a esta parte las que se dispensan son más ligeras, bolsas que desaparecerán dentro de tres años para utilizar las compostables, las que se pueden tratar con compuestos biológicos, un proceso muy caro y con caducidad, por lo que su precio no será entre tres y cinco céntimos.
Esta información se complementa con una imagen tan recurrente como preocupante, un contenedor rebosante de desechos orgánicos y recipientes de plástico, tal y como los vemos a diario. Sin embargo lo peor será cuando se implante la obligatoriedad de no dispensar las actuales sustituyéndolas por las compostables, más caras y caducas. A unas líneas del final, la mente rescata la imagen de un saco, con una cabecilla por donde repta un cordón que se cruza con otro para ajustar la boca de este continente de tela. Es la antigua y olvidada talega, que volverá al bolso.