Cuando recibimos una invitación o nos avisan para asistir a la inauguración de una exposición, esperamos el día señalado con una mezcla de alegría y curiosidad, porque contamos con una nueva opción, una nueva iniciativa bruñida, además, con la ilusión de los artistas que la tienen a su cargo, por lo que el proyecto tiene todo el viso de prosperar. Son las cosas del Arte.
La creación hace sufrir y gozar al mismo tiempo y cuando una obra termina en forma de páginas, en un expositor o colgada sobre una paredentonces se entabla un lenguaje particular e íntimo que algunos pares de ojos captan confundidos al principio. Donde más se aprecia es en la pintura. Las líneas y los colores dan forma a un motivo, reproduciendo una escena que esconde y al mismo tiempo cuenta su propia historia en lo que abarca una mirada, un golpe de vista que se detiene, que continúa para luego volver y escuchar un lenguaje distinto al de la conversación.
Cuando las líneas y el color atrapan al espectador no lo dejan salir de esta prisión con facilidad. El cuadro, la escena sólo el sueño la hará desaparecer unas horas, hasta el día siguiente y así hasta que se canalice el sentimiento que produjo al contemplarlo. Es curioso, tanto como que el espectador ignora que él es el elegido y no al revés. Por eso percibe un silencio extraño que lo aísla cuando asiste a una inauguración, un silencio ligado a la obra, que define una ruta cromática e invisible hasta ella. Es como si la sala se volviera mágica por la gracia del Arte.
Es lo que ocurrió hace unos días en Espacio Uno, en la calle San Diego, una sala con proyectos, de arte por el arte, el que se aleja esencialmente del objeto. Ía Navarro y Alfonso Arenas se enfrentan a una etapa ilusionante donde la pintura, la música, el teatro y la literatura formarán parte de la agenda cultural de La Isla. Nos convocaron de la mano de un grupo de artistas cuyas obras miraban a cuantos entrábamos, haciéndonos partícipes del lenguaje inaudible del Arte, el que conocemos sin que se nos haya enseñado, el que nos cuenta una obra que rezuma sensaciones.
La Isla abraza la iniciativa con ternura, aplaudiendo esta nueva apuesta por la cultura, demostrando por enésima vez que siente, que está viva, aunque muchos sigan empeñados en asegurar lo contrario.
Gracias, Ía y Alfonso.