Permanece junto a la cama, rindiendo pleitesía al cuerpo que necesita descanso. En ella reinan la lámpara y el reloj, regalando luz tenue y compás al tiempo. Sobre ella vuelan los sueños o la vigilia entre suspiros, mientras el silencio se rompe por el roce de las sábanas. Antes o después, la mano se desliza buscando el otro lado, donde están los libros. Unos viven allí, tienen su sitio y gozan del momento de ser abiertos y acariciados por los ojos, como parte del rito con el que termina la jornada. Los otros vienen, luego se van y mientras dura su lectura vivimos lo que nos transmiten desde la serenidad con que abanican el paso lento de sus páginas. Si fuéramos capaces de contar cuántos hemos leído a esa hora inmensa, tan distante de la juanramoniana, concluimos en que resulta imposible. Libro, canta el poeta, afán de estar en todas partes en soledad, y con su misma magia nos rendimos al encanto de lo claro y lo callado en nuestra noche, luchando por mantener los párpados abiertos, rindiéndonos al sueño con el último párrafo convertido en minuto imaginado.
La lectura cautiva despacio, asomando por las escenas que componen las palabras. Éstas van cincelando la idea golpeando con certeza, precisión y constancia, descansando lo justo para no marear. Los relatos son así, intensos, sencillos y breves, un género que no todos los autores realizan con acierto. Purificación García Díaz, sí. La autora ha elegido a veintitrés Actrices Secundarias que hablan con voz propia desde su situación y su momento, arropadas con la piel y la imaginación. Así las define en el titulado Anoche soñé conmigo. A ellas les toca realizar el trabajo que no se ve, el consuelo que no se declara, la alegría que disimula el ahogo de la preocupación, el soporte que recibe los embates del día a día con paciencia y humildad. La música destella entre los renglones, como apoyo y escape, pero nunca como huida.
Purificación García construye universos femeninos en los que afloran el monólogo interior que fluye entre la duda y la reflexión de un grupo de mujeres sufrientes, ilusionadas, nostálgicas, amadas, preocupadas, frustradas, solidarias. Ellas son las intérpretes fijas en el reparto de la cotidianeidad, actrices de su propia función en sesión continua, voces con sombra y papel protagónico en estos relatos, cuya lectura lenta vivisecciona al lector para quedarse en su interior durante más tiempo del que han ocupado en su mesa de noche.