Comenzamos pidiendo disculpas por el titular, una voz no recogida en el diccionario. El uso habitual la llevará a ocupar su lugar y a reconocerla también como sinónimo. Cuestión de tiempo.
Estos trozos de cartulina más largos que anchos, decorados a discreción o como reclamo de un acontecimiento puntual, viven con ellas, con las páginas que cuentan o informan. Ocupan su lugar en la casa, formando parte del grupo de imprescindibles o junto a otros larguiruchos como él que esperan a ser elegidos para que el lector retome la historia sin entretenerse, continuando la fruición que las circunstancias interrumpieron. La imaginación los ha transformado en labores artesanales, si bien el encaje de bolillos fue la primera y más fina osadía. Luego le han seguido las acuarelas, los bocetos y el ganchillo para transformar un trozo de hilo en cabeza de ratón o de búho, claros referentes al celo, a la pasión por la lectura.
Al terminar este párrafo, los empaña un velo de nostalgia, una gasa ligera que los enturbia, porque los marcapáginas se han ido pegando al fondo de una vitrina o quedándose a vivir tras la portada de un libro, ya que la digitalización los condena al recuerdo. El libro físicamente no dejará de existir, pero hoy se compran los que han gustado tras haberlos leído en la pantalla. El hecho de visitar la librería, charlar con el librero para curiosear, sus consejos o sucumbir a la sinopsis, son detalles cada vez menos frecuentes, porque no salimos de casa sin una idea rebuscada en Internet. Es la actualidad y nos adaptamos a la comodidad que ofrece, a la orientación que proporciona. El campo es inmenso, es evolución y obviamente ha ido transformando y acabando con lo primigenio, la venta puerta a puerta, la muestra del catálogo como préstamo o regalo y la siempre difícil elección por ajuste al presupuesto.
Qué tiempos los del Círculo de lectores. Habría que preguntarse en qué casa no ha estado su propaganda, de mesa en mesa a la espera de cumplimentar el pedido, en cuántas no se recibía el aviso de correos para la recogida, en qué estantes no están sus libros. Competía con la televisión, pero la lectura siempre tuvo sitio por no tener horario establecido, por ser selectiva. Así nos encantó el Círculo de lectores, con sus recomendaciones, títulos y géneros. El grupo fue creciendo y si ahora la firma se cierra, el círculo vive, agrandándose desde hace casi sesenta años, con marcapáginas o cursor.